lunes, 12 de abril de 2010

MIGUEL ÁNGEL Y LA CAPILLA SIXTINA











Sentado en lo más alto del andamiaje de madera, con la cabeza y los hombros echados hacia atrás, doliéndole el cuello, chorreándole la pintura por la cara, escociéndole los ojos, Miguel Ángel trabajaba día tras día del alba hasta el anochecer en sus monumentales frescos de la Capilla Sixtina, en el techo del Vaticano, en Roma.

A veces trabajaba hasta 30 días sin parar. Se sentía enfermo de dolor, sufría vértigos y temía estar perdiendo la vista. En 1510, a la mitad de su maratónica tarea, escribió un poema en el que declaró, traducido libremente: “Estoy donde no debo: ¡no soy pintor!”

En efecto, Michelangelo Buonarroti se consideraba primero y más que nada escultor de mármol, y tenía muy mal concepto de sus habilidades pictóricas. Nacido en 1475, tenía 33 años cuando el papa Julio II lo mandó llamar a Roma y le encargó que repintara el techo de la Capilla Sixtina. La capilla ceremonial había recibido el nombre del tío de julio, el papa Sixto IV, para quien se construyó entre 1473 y 1481. Las paredes estaban llenas de pinturas magníficas de maestros como Botticelli y Perugino.

Al principio, el papa Julio había querido que Miguel Ángel —que aceptó el encargo con reticencia— decorara el techo abovedado con retratos de los 12 apóstoles. Pero el artista pensó que eran “temas pobres” y decidió cubrir la superficie con su visión de la Creación.

Para alcanzar el altísimo techo, diseñó un andamiaje móvil de madera en el que podía pintar de píe o hasta caminar si quería. Aun así, en cuatro años y medio llegó a sentir que lo limitaba.

Empezó a trabajar en el verano de 1508, con la ayuda de seis asistentes que le mezclaban la pintura, le amasaban el yeso y a veces lo auxiliaban pintando. Su plan maestro era llenar la bóveda de frescos, desde las ventanas hasta el techo: acuarelas pintadas en yeso húmedo recién aplicado. Esto tenía que hacerse muy rápidamente, antes de que se secara el yeso.

Un error significaba tener que desprender el yeso y comenzar de nuevo. Sólo una vez tuvo que hacer esto el genial Miguel Ángel.

Primero hacía sus bocetos en papel y perforaba las líneas con un clavo. Luego sostenía el papel contra el techo y soplaba carboncillo pulverizado por las perforaciones para marcar el boceto en el yeso húmedo. Luego pintaba siguiendo las marcas, improvisando y detallando a veces conforme adquiría confianza.

Sus nueve escenas se sucedían en línea recta directamente arriba. Iban de la “Separación de la luz de la oscuridad” (la Creación), sobre el altar, a la “Embriaguez de Noé” (que muestra al hombre en su mayor alejamiento de Dios), sobre la entrada. Rodeando los grandes frescos e intercalados con ellos había una animada disposición de profetas, sibilas, antepasados de Cristo, desnudos masculinos que reproducían la belleza humana perfecta, y escenas que representaban la salvación de la humanidad.

En total creó unas 300 figuras del Antiguo y Nuevo Testamentos, cada una con sus propias características, expresión facial y pose: más de 1 022 m2 de superficie pintada.

A medida que la obra adelantaba, fue despidiendo a la mayoría de sus asistentes, alegando que les faltaba inspiración. Hombre fuerte, de mediana estatura y anchos hombros, soportó resueltamente los rigores del invierno romano, con el helado viento del norte y la lluvia que se colaba por el techo y creaba moho en partes de la pintura.

Comía sin dejar de trabajar (principalmente pedazos de pan) y de noche dormía irregularmente, vestido y calzado, en su estudio cercano. Sufría tanto mental como físicamente, y en enero de 1509 declaró, en carta que dirigió a su padre: “Nada le pido al Papa pues no me parece que mi trabajo marche de manera que lo amerite. Esto se debe a la dificultad del trabajo y también a que no es mi profesión. En consecuencia, pierdo el tiempo infructuosamente. Que Dios me ayude.”

El Papa compartía la desconfianza de Miguel Ángel y periódicamente visitaba la capilla, y subía por la escalera hasta lo alto del andamiaje para inspeccionar las pinturas. Esto dio lugar a agrias discusiones entre ellos. En el verano de 1510, por ejemplo, cuando la obra estaba semiterminada, el papa julio quiso saber cuándo estaría acabado el resto del techo. “Cuando me satisfaga como artista”, replicó Miguel Ángel. El Papa frunció el ceño y dijo ásperamente: “¡Y nosotros queremos que seas tú quien nos satisfaga y que la termines pronto!”

En otra ocasión, el Papa, de 66 años, amenazó con hacer arrojar físicamente al pintor andamio abajo si no trabajaba más deprisa. “¿Cuándo estará terminada?”, exigía saber Julio. “Cuando esté terminada”, replicaba Miguel Ángel ásperamente. El Papa enrojecía de ira y lo remedaba: “¡Cuando esté terminada! ¡Cuando esté terminada!” Levantaba entonces encolerizado su bastón y golpeaba a Miguel Ángel en un hombro.

La pareja hizo las paces más tarde y Miguel Angel reanudó el trabajo, pero en otoño —no por primera vez— se quedó sin dinero. No fue sino hasta febrero de 1511 cuando hubo dinero suficiente para continuar con la obra.

Para entonces, la gente que trabajaba en el Vaticano ya se había acostumbrado a la extraña apariencia de Miguel Angel en su ir y venir por la capilla a grandes pasos. Llevaba cabello y barba manchados de colores; su ropa eran harapos con pegotes de yeso, e iba cabizbajo, pues la luz exterior le hería la vista. En las calles de las afueras muchos lo creían loco y se mofaban de él a su paso. Trabajando solo y sin distracción, terminó por fin su vasta obra en otoño de 1512, casi cuatro años y medio después de firmar el contrato con el Papa. Se retiraron el andamiaje y los lienzos de cubierta, y Julio y su corte vieron el techo terminado la víspera de Todos los Santos (el 31 de octubre). Al día siguiente se reabrió la capilla con la ceremonia de consagración por el Papa. Miguel Angel no asistió al acto. Ansiaba volver a su escultura, y escribió a su padre: “Terminé la capilla que estaba pintando... El Papa está muy satisfecho.” (Fuente: Selecciones de Readers Digest).


Para disfrutar de las capilla en imágenes de 360 grados:

http://www.vatican.va/various/cappelle/sistina_vr/index.html


Además mostramos una réplica de la capilla, realizada por diferentes artistas en la plaza de Monterrey, otra realizada en punto de cruz por Joanna Lopianowski-Roberts, que tardó 10 años en concluir, y un mensaje publicitario para promocionar los mundiales de fútbol, realizado por TBWA Alemania.


Marian

6 comentarios:

Clara Schoenborn dijo...

Qué bello pasar por esta obra maravillosa. Ella es un testimonio de lo que puede lograr un gran artista pero también a su legado de honestidad profesional. Un saludo.

Montserrat Llagostera Vilaró dijo...

Habéis hecho una extensa descripción del proceso pictórico de Miguel angel en la Capilla Sixtina.
En la película el Tormento y el Extásis, protagonizada por Charlon Heston, salen muchas escenas del Pintor y el Paps de aquella épopca.

Gracias por compartir esta entrada.

Un abrazo, Montserrat

Marian y Virtu dijo...

Gracias por el comentario, Clara, y además de disfrutar de esta obra, con las fotografías, es un placer sumergirse en la contemplación de la misma, en 360 grados, con la música que lo acompaña, es lo más parecido a estar allí.
Saludos cordiales.

Marian y Virtu dijo...

Gracias por tu aportación, amiga Montserrat. Siempre un placer leerte.
Un abrazo.

Higorca Gómez Carrasco dijo...

Simplemente sueño con esos grandes maestros. Gracias y un montón de besos

Marian y Virtu dijo...

Gracias, querida Higorca, por el comentario, y qué bonito es soñar con estar allí, o con haber vivido aquella época.
Abrazos.