domingo, 30 de mayo de 2010

CLAUDIO RONCOLI













Es un joven pintor nacido en 1971 en la Capital Federal de la República Argentina.


“Roncoli tiene una extensa obra que ha ido madurando progresivamente con una iconografía ligada a la retórica publicitaria de la década de los 50, desplegada mediante una técnica mixta que conlleva digitalización de imágenes y pintura sobre tela. En la fase de producción de la obra, hay una primera etapa —que podríamos llamar “arqueológica”— que requiere de material de época: revistas y semanarios orientados hacia la mujer, particularmente de los años 50, 60 y 70; una segunda etapa consiste en la selección y recorte de imágenes orientadas fundamentalmente a la figura humana y a diversos objetos de consumo. Más tarde ese material seleccionado se digitaliza y las imágenes añejas se limpian. El siguiente paso es un “collage electrónico” que Claudio diseña en su ordenador y luego imprime en una tela a la que retoca con pintura aplicada con espátula.


Roncoli utiliza el recurso de la “re-fotografía” no con una cámara sino con un scanner. Se apropia de una estética particular inspirada en un modelo de felicidad pequeño burguesa, basada en el consumo y construida por los medios de comunicación en la posguerra del 50 por los Estados Unidos. Elegir fotos, en vez de hacerlas, no se trata de seguir agregando objetos —o imágenes— al mundo, sino de señalar las que ya están. No hace falta ser original, es suficiente con una operación conceptual; la selección, en vez de la creación.

El mundo rescatado por Roncoli conserva estructuras de poder que no están agrietadas por ninguna de las mal llamadas “minorías”; mujeres, gays, lesbianas, negros, asiáticos o hispanos cuestionan nada, simplemente porque son eliminados de la escena.


Cada obra creada por Roncoli muestra personajes espléndidos, jóvenes, hermosos y felices. Debe ser lo más semejante al mundo vivido por el príncipe Siddharta Gautama —posteriormente conocido como Buda— en el palacio, en una burbuja cortesana que ignoraba la enfermedad, la vejez, la pobreza y la muerte. Algo semejante sucedía con el pop art de los Estados Unidos, que se desplegaba en paralelo a los horrores de la Guerra de Vietnam. Nada parece macular la felicidad del paraíso creado por Roncoli. Ahora bien, la pregunta es: ¿Por qué no? ¿Qué hay de malo en creer que el mundo es un jardín de rosas florecidas, sin ninguna espina?


Ese bienestar de limbo se acentúa con un detalle iconográfico, las aureolas de las figuras. En la iconografía cristiana existe una codificación clara para las figuras de los santos: las cabezas resplandecen con un nimbo. Desde el Gótico -y particularmente durante el Renacimiento- esa aureola comenzó a dibujarse con tanta precisión formal que muchas veces se olvida su origen simbólico. Roncoli reemplaza el nimbo por el contorno de una galletita de merienda infantil; sus personajes no son santos, sino seres ingenuos, bambis en un bosque de fantasía. En el Paraíso creado por Roncoli no existe el Mal, quizá porque no hay conciencia del Bien. El artista parece rescatar aquel tiempo previo a la Ley, donde no había reglas, moral ni ética, cuando un niño mataba a un pájaro sin saber que eso está mal. En la obra de Roncoli hay niños por doquier, impera la iconografía infantil: ellos (peinados a la gomina con jopo) y ellas (trencitas rubias y mejillas rozagantes) hacen la tarea, festejan el cumpleaños, juegan en ronda, acompañan a sus padres y admiran al abuelo. En los fondos de los cuadros hay dibujos de cuentos infantiles, juguetes, peluches, superhéroes, estrellitas y arco iris. Este repertorio apuntala aquel sentimiento de ingenuidad edénica de muchos niños. Los personajes de Roncoli son intrínsecamente buenos, no en sí mismos, sino por la ausencia y desconocimiento de Ley. En un punto, la obra de Roncoli se pregunta sobre la existencia de un “Mundo Feliz”, una unidad perdida que no distingue entre dicha y desdicha, vicio o virtud.


En la pintura de Claudio Roncoli se conjugan dos importantes aspectos biográficos: su educación católica y los días de infancia en la juguetería de su padre. En sus últimas creaciones, el artista emplea elementos de la publicidad, la historieta, el diseño gráfico y el collage, echa mano de recursos contemporáneos, sean tecnológicas —como la digitalización de imágenes— o conceptuales —como la re-fotografía—. Cada obra puede leerse como el capítulo de una gran epopeya utópica.

Roncoli mira las décadas pasadas (del 50 al 70) con cierta conmiseración y perdón. Reivindica un mundo utópico donde no existen conflictos de raza o género, santifica con ironía juvenil aquella sociedad que supo vivir en un nirvana capitalista y se pregunta cuál es el pecado de hacerlo así. En el despliegue pictórico de Claudio Roncoli subyacen preguntas como estas: ¿Es posible la felicidad ininterrumpida? ¿Quién podría vivir en un limbo de bienestar desconociendo la palabra angustia?” Julio Sánchez.


Magníficas obras de Claudio Roncoli, y extraordinaria crítica de Julio Sánchez. La imagen y la palabra.


Más información:

http://www.claudioroncoli.com/


Marian

ARTÍSTICA TIENDA DE LÁCTEOS











Es la hora de tomarnos un cafelito, ¿dónde podemos ir?. Un buen lugar es Alemania, en la ciudad de Dresden, donde nos espera un entorno artístico para tomarlo… Plunds Molkerei.

Pfund lácteos Molkerei está situado en las afueras de Dresden. Los visitantes pueden disfrutar de la mantequilla fresca, degustar algunos de sus quesos exclusivos y helados caseros. En el piso superior hay un restaurante con toda clase de manjares, pero lo que llama la atención es la tienda de abajo, por su decoración

El interior de la tienda Pfund lácteos es como un mini palacio. Se trata de pinturas de azulejos decorados. Cada centímetro de la tienda está cubierto con imágenes de la granja, de productos lácteos, ángeles y querubines, niños jugando, aves y conejos, criaturas míticas y elementos florales en estilo neo-renacentista. Las escenas en las paredes, piso y mostrador, son del departamento de arte de Villeroy & Boch Dresdner Steingutfabrik.

Próximo viaje... disfrutar del ambiente de la tienda mientras degustamos unos quesos con una copa de vino de Sajonia, o un vaso de leche fresca con una baguette recién horneada.


Más información:

http://www.pfunds.de/


Marian

viernes, 28 de mayo de 2010

LEYENDA CHINA: EL CONCURSO DE PINTURA











Cuenta una leyenda que el emperador de la Dinastía Song decretó un concurso nacional a fin de seleccionar a los mejores pintores para la Academia Imperial de Bellas Artes. El mismo monarca escribió un verso para que los concursantes crearan su obra bajo ese título. El verso decía: «Un templo antiguo en la profundidad de las montañas.»

Miles de pintores participaron en el concurso, desarrollando su imaginación para interpretar el verso del emperador. Algunos de ellos dibujaron un templo antiguo en la falda de la montaña. Otros dibujaron un bosque del que se destacaba parte del tejado de una construcción antigua. Había quienes pintaron los muros rojos de los templos sobre un fondo de montañas, etc. Aunque el estilo pictórico marcaba dos tendencias fundamentales: la detallista y la esencial, en las obras presentadas al concurso se apreciaban dos denominadores comunes: el templo y las montañas.

Después de las primeras selecciones, quedaban cien pinturas para el final del concurso nacional. El mismo emperador formó parte del jurado. Los organizadores enseñaban uno a uno los cuadros al tribunal, a fin de obtener sus calificaciones. Al emperador no le llamaron la atención ninguna de las obras que le enseñaron, porque no le gustaba la expresión pictórica demasiado directa y realista. Dijo:

—La reproducción gráfica de un templo entre las montañas aminora el sentido poético del título y empobrece la imaginación y la espiritualidad del verso.

Cuando iba a retirarse desanimado, los cortesanos abrieron una pintura muy original: Allí no se veía ningún templo ni nada por el estilo. Sólo había un viejo monje que cargaba dos cubos de agua con un palanquín caminando por entre un bosque silencioso.

El emperador se quedó mirando este cuadro con sorpresa y gran satisfacción. Al cabo de un buen rato, exclamó:

—¡Magnifico! Éste es el que más me gusta. No se ve ningún templo, pero te parece que está cerca. Lo antiguo del monasterio está en la edad del monje. Ni hay montañas, pero el bosque lo evoca. Aparentemente falta una relación entre la pintura y el verso, pero el lenguaje alegórico del pintor invita a desarrollar nuestra imaginación, pensando en ese templo antiguo y las montañas que no se ven en el cuadro. Si el verso da una imagen del templo entre las montañas, la pintura sugiere un ambiente poético nada común.

Los demás miembros del jurado manifestaron su sincera conformidad con el criterio del emperador, eligiendo por unanimidad al autor de esta original obra como el primer ganador de este concurso.


MARIAN

jueves, 27 de mayo de 2010

EL DRAGÓN CHINO










Los dragones asiáticos compartían el mundo con la humanidad de forma pacífica casi siempre, salvo alguna traición puntual por alguna de las dos partes. Los dragones chinos llegaron a ser venerados como dioses, y se les creía espíritus que traerían bondades o desgracias a la tierra, según el humor con que se levantaran. Todopoderosos, nadie podría hacer nada contra su furia si ésta se desataba... por lo que lo mejor era no despertarla. De todas formas, solían mostrarse benévolos con quienes no se olvidaban de rendirles pleitesía en su culto... y les bastaba un poco de atención para corresponder a su pueblo y alejar de él los malos espíritus.


Se entendía que los dragones se repartían el espacio según su función.


Los dragones celestiales protegían los cielos y sostenían las mansiones de los dioses, evitando que se vinieran abajo.

Los dragones de los ríos determinaban el curso de los mismos, su caudal y sus desbordamientos, y guardaban sus orillas. Se suponía que estos dragones vivían en palacios sepultados bajo las aguas de su río.

Los dragones del aire regulaban el tiempo, en sus paseos por el cielo gobernaban la lluvia, el viento, las nubes y las tormentas. Los chinos les temían porque se les sabía de mal genio, que desataban sin mesura de cuando en cuando, provocando grandes catástrofes naturales.

Los dragones de la tierra eran los habitantes de los subterráneos y se refugiaban en cavernas profundas, desde donde se cuenta que custodiaban grandes tesoros que acumulaban desde el principio de los tiempos.


En Asia se consideraba al dragón (lung) como el principal de los cuatro mágicos animales espirituales. Compartía la condición de animal sagrado con el fénix, la tortuga y el unicornio, pero fue el dragón el que mayor popularidad alcanzó. De hecho, los emperadores estaban íntimamente asociados con los dragones, su trono era El Trono del Dragón, su rostro, El Rostro del Dragón. Los tronos se hacían realmente con forma de dragón, así como su cama y su barco. De los emperadores más poderosos se creyó que por sus venas corría sangre de dragón y que tenía algunos de estos majestuosos seres a su servicio. Cuando el emperador moría se decía que había subido al cielo sobre un dragón.


Una leyenda sobre el origen del hombre los emparenta con los dragones. La antigua diosa Nü Kua, mitad dragona mitad mortal, sería su creadora, y al principio sus descendientes tendrían la facultad de cambiar libremente de la forma humana a la forma de dragón. Sin embargo esta facultad se fue perdiendo poco a poco y las transformaciones fueron cada vez más raras hasta llegar a desaparecer, quedando así separados formalmente las dos especies... aunque ambas conservarían el recuerdo en su sangre de la especie a la que un día pertenecieron. Por ello, se entendía que los emperadores eran los descendientes más directos de esta primera generación de hombres, y por eso conservaban en su sangre el rastro más claro de la sangre del dragón.


Marian

martes, 25 de mayo de 2010

IMÁGENES DE CUBA













Aunque de Cuba se conoce bastante, y existen numerosas imágenes, hoy les traemos aquí algunas realizadas para Google Earth, que no son demasiado conocidas, pero sí nos han parecido muy interesantes por su luz y colorido... dan ganas de ir.

Marian