La arquitectura de Miguel Ángel asume un carácter fundamentalmente escultórico y antropomórfico. No se basa en las tradicionales proporciones matemáticas y geométricas del Renacimiento, sino que es esencialmente orgánica y dinámica, asimilándose a un organismo viviente. Columnas, pilastras, frisos, frontones, llenos y vacíos se modelan como figuras humanas que se mueven expresando la tensión de músculos y tendones. A esta ley dinámica se someten todos los miembros plásticos, que son manejados con una libertad hasta entonces desconocida.
El primer gran proyecto arquitectónico suyo es la fachada de S. Lorenzo de Florencia, encargada hacia 1518 por León X y cancelada dos años más tarde. De ella quedan varios dibujos y una maqueta de madera.
Junto a la iglesia de S. Lorenzo erigió en 1524 la Biblioteca Laurenciana, destinada a albergar los libros y manuscritos más preciados.
Su actividad constructiva más intensa coincide, sin embargo, con la vejez, cumplidos ya los 71 años, cuando el lenguaje abstracto de la arquitectura respondía a su inclinación hacia la meditación y la síntesis conceptual, que suelen agudizarse con la edad. Paulo III, que admiraba particularmente a Miguel Ángel como arquitecto, le encomendó en Roma dos obras capitales: la construcción de los dos centros de la ciudad, el religioso y el cívico, a saber, la basílica de S. Pedro y el Capitolio.
En 1546, el mismo Paulo III encargó al artista terminar el Palacio familiar de los Farnese, comenzado por Sangallo el joven.
Las tres últimas obras proyectadas por M. A., ya durante el pontificado de Pío IV, fueron S. María de los Ángeles, la capilla Sforza en S. María la Mayor y la Puerta Pía.
Marian