Esta es, sin lugar a dudas, la foto más famosa del mundo.
Alberto Korda tomó la clásica foto del Che con su vieja cámara Leica, provista de una lente de 90 milímetros, un semitelefoto de potencia regular, rayado por el uso en la superficie. Se hallaba a unos siete metros —¿o eran diez?— de distancia del comandante guerrillero en una tarde opaca, invernal. Eso explica que la imagen no sea supernítida, que parezca envuelta en una aureola.
La fecha: el 5 de marzo de 1960. Cubría como fotorreportero de Revolución la despedida del duelo de las víctimas del sabotaje, perpetrado por la CIA, al barco francés La Coubre —dinamitado en el puerto habanero—, y metido entre la muchedumbre enfocaba con su cámara, de izquierda a derecha, el entarimado donde se emplazó la tribuna. De pronto, el Che avanzó hacia la primera fila para mirar la escena. Korda alcanzó a hacer uno, dos o tal vez tres disparos seguidos; un minuto, minuto y medio después, volvía a perderse el Che en el fondo de la tarima. Pero ya había captado la imagen, la misma que siete años después, a la muerte del guerrillero argentino, el editor italiano Feltrinelli (utilizando precisamente esa foto que le regalara en ese mismo 1967 el propio Korda a su paso por Cuba) difundiera en millones de carteles.
Alberto Korda nunca cobró un centavo por dicha fotografía.
(Ciro Bianchi Ross)
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Vídeos:
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