jueves, 17 de abril de 2008

EL PERRO EN LA PINTURA






Desde los albores de la civilización, el perro figura en la pintura como aquél que a menudo se califica como el más fiel compañero del hombre. Durante la prehistoria –unos 4.500 años a. C.– aparecen las primeras representaciones del perro en las pinturas rupestres. Por cierto, se lo representa menos que los animales de caza, principales fuentes de inspiración, pero figura como perro de caza, de una raza que no se parece a ninguna de las conocidas en la actualidad. Es en el antiguo Egipto cuando las pinturas de perros comienzan a presentar ejemplares que se asemejan a los de hoy.
En el imperio Romano, el guardián del hogar
Durante el Imperio Romano, el papel que desempeña el perro en la sociedad evoluciona hasta alcanzar su condición de animal doméstico. Es el guardián del hogar y, a la vez, una preciosa ayuda para la caza. Aparece como el compañero de todos los momentos, fiel y totalmente entregado a su amo. Estos perros son esencialmente molosos, tan impresionantes como feroces, que prohiben el acceso de sus hogares a los extraños.
En la Edad Media, sobre todo un perro de caza
Hasta la Edad Media, el perro prácticamente desaparece de las representaciones pictóricas. Tal vez esto se deba a la mala imagen que tenían los pintores de entonces de todos los perros vagabundos, agresivos, peligrosos y hambrientos, que devoraban la carroña. También se hace maldito para los musulmanes, simbolizando las fuerzas del mal y de la muerte.
La utilización del perro para la caza contribuye a hacer cambiar de opinión a la mayoría de la población, aunque cabe señalar que a principios de la Edad Media, sólo se explotan las cualidades de agresividad de los perros. De esta manera, el perro vuelve a estar presente en la pintura, rara vez solo sino más bien en jauría. Los pintores suelen representa al rey cazando en compañía de sus perros, a veces muy numerosos, ya que las jaurías pueden agrupar hasta un millar de animales.
La representación pictórica se asemeja cada vez más a la realidad. No siempre resulta evidente determinar con exactitud qué raza sirvió de modelo; tal vez, se trataba de perros provenientes de cruces. No obstante, cada categoría de perro posee su propia especialidad. Los sabuesos de persecución sólo se utilizan para la caza de pelo, para levantar y perseguir a las presas. Se trata de razas de aspecto similar, pero de colores diferentes: los perros de Saint-Hubert, los perros Blancos del Rey, los Fauves de Bretagne y los Grises de San Luis. Sus nombres indican bastante claramente a quién pertenecían. Los perros de muestra aparecen asociados a los halcones en el transcurso de la caza mayor y se utilizan antes de la aparición de las armas de fuego para ejecutar a las presas.
En el Renacimiento, el perro se humaniza
Desde fines de la Edad Media, aparece en los cuadros el perro de compañía. Al lado de las damas, sobre sus rodillas o a sus pies, siempre se trata de perros de tamaño más pequeño que los perros de caza. Pequeños lebreles u otros perros enanos parecen suscitar un gran interés en sus amas, que les prodigan muchas caricias. Todas las razas caninas figuran en los cuadros pintados en el siglo XVI, desde los pequeños perros de compañía que pertenecen a las damas y doncellas, hasta los Lebreles, perros refinados y perros de mayor tamaño, que acompañan a sus señores.
El perro se humaniza; aparece entonces, tumbado bajo las mesas durante los banquetes, comiendo lo que le tiran los invitados. De esta manera, alcanza toda su dimensión de animal de compañía. Los artistas de todos los países pintan a estos perros; en Venecia por ejemplo, los Bichons, confortablemente instalados sobre un cojín, se dejan mimar por su dueña durante un paseo en góndola. A pesar de esto, no deja de ser un compañero indispensable para la caza. En ese terreno, los pintores hacen una distinción cada vez más grande entre los diferentes tipos de perros de caza: sabuesos, perros de muestra, etc.
Desde el siglo XVII hasta nuestros días, evolución de las razas
A partir del siglo XVII, el número de razas aumenta sensiblemente, nuevamente en relación con la actividad de la caza, al menos al principio. En efecto, la diversificación de las técnicas de caza y de los animales que se cazan se acompaña de una diversificación de las jaurías. Sin embargo, hacia fines de ese siglo, los perros de jauría van siendo dejados de lado progresivamente, dando paso a perros de tamaño más pequeño, como los King Charles, a los cuales los soberanos dedicaban mucha atención. Poco a poco, los perros comienzan a aparecer solos en los cuadros o, al menos, como figura central. Algunos artistas se especializan entonces en la pintura de animales, como François Desportes (1661-1743), pintor oficial de Luis XIV de Francia, Paul de Vos (1596-1678) o Jean-Baptiste Oudry (1686-1755).
Lo más sorprendente es el realismo con el cual se pinta a los perros, tanto desde el punto de vista anatómico como expresivo: las actitudes y las miradas características de cada raza se copian directamente de la realidad. Incluso a veces, parecería que el perro sólo figura en el cuadro para seguir viviendo eternamente. Más recientemente, en los siglos XIX y XX, las jaurías de grandes perros de caza, al servicio de los soberanos de antaño, desaparecen para dejar lugar a perros casi exclusivamente de compañía y, con menor frecuencia, a cuidadores de rebaños y perros guardianes. Los pintores dan de estos perros una imagen casi sentimental. La inclinación de los pintores y de la sociedad contemporánea por los perros no cesa de aumentar.
Progresivamente, se perfila un estilo abstracto, que considera al perro como un símbolo, lo que hace imposible determinar qué raza inspiró al pintor. Sin embargo, el perro sigue siendo una fuente de admiración y de inspiración inagotable y apreciada por todos.
Fuente: Royal Canin

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