El mantón de Manila, tal y como lo conocemos en la actualidad, es una prenda de adorno femenino vinculada a la artesanía andaluza. Su misma denominación se refiere a su lugar de procedencia, o más bien, al sitio preciso desde donde llegaba a España: la ciudad de Manila, la capital de la antigua colonia española de Filipinas, desde cuyo puerto partieron tantas otras mercancías de Oriente que, a bordo de los galeones españoles, transportaban los exóticos productos orientales.
Cuenta una leyenda que, en la época de las colonias, el tabaco llegaba a Sevilla de Filipinas empaquetado en pesados bultos, los cuales se envolvían en grandes cuadrados de seda. Se trataba de piezas de tejido que, por su inferior calidad o por haber sufrido algún desperfecto, se desechaban para el mercado, reservándose como envoltorio de los fardos, ya que la hoja de tabaco necesitaba ese leve tejido para conservar la humedad. Una vez en Sevilla, las cigarreras cortaban estas piezas de seda en cuatro trozos, y añadiéndole los flecos, inventaron los mantones de Manila.
Aunque esta historia se adapta perfectamente al uso que el mantón ha tenido en Andalucía, no puede darse por cierta. De hecho, sus orígenes se remontan a mucho más atrás y mucho más lejos. Hay quien retrocede hasta el año 600 a.C. para situar la aparición de los mantones, afirmando que las mujeres chinas de la clase alta durante la dinastía T’ang usaban este tipo de chales.
Sea como fuere, no cabe duda que, al menos en sus bordados, es todo un arte.
Marian
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