En el paisaje urbano las paredes hablan con nombres ilegibles, letras distorsionadas, palabras coloridas, figuras inspiradas en el comic, el arte, y cine fantásticos. Son mensajes cifrados de miles de jóvenes que, pintura, aerosol o piedra, dejan su huella en todo espacio disponible para reafirmar su espíritu creativo, sus ganas de existir, de construir su identidad. Es el graffiti, la nueva estética de las urbes en todo el mundo; manifestación de una moda adoptada por jóvenes, la mayoría pobres, para participar de la cultura global. La mayoría no guarda respeto por la propiedad privada y asume la ilegalidad como parte del placer de pintar.
Cualquier espacio disponible es bueno: fachadas de casas, muros de una avenida, puentes, banquetas, anuncios espectaculares. Toda superficie a mano es lienzo donde los grafiteros pintan, rayan y marcan, dejando constancia de una visión estética diferente.
Las primeras muestras de pintura mural se remontan a la época prehistórica. Pero la historia de la modalidad de graffiti característica del metro de Nueva York, se inicia, al parecer, a finales de los años 60, cuando un joven de Washington llamado Demetrius empezó a escribir su apodo, TAKI, y el numero de su casa, 138, en las paredes, en las marquesinas de los autobuses, en los monumentos públicos y, sobre todo, en las estaciones de metro de todo Manhattan.
Algunas obras son de verdaderos artistas, dignas de figurar en cualquier museo.
Marian
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